02/11/2015
Lunes. Segundo día de prueba. Nos levantamos a las 5:00 am, y ya con los primeros rayos de sol, pudimos ser participes del cuadro montañoso más espectacular: las cumbres más altas del mundo frente a nuestros ojos. Las cuatro cimas de las cinco más altas delante de nosotros: Everest, Lhotse, Makalu y Kanchenjunga. Era impresionante, mis ojos emocionados, no me podía creer que hace un mes estaba viendo en el cine “Everest” y ahora estaba frente a mi, ¡qué subidón! Realizamos las fotos de rigor, tomamos algo de comida, y hacia la salida. 32 kms nos esperaban ya en altitud y con nuestros cuerpos asimilando la altura. Esta etapa ya no seria tan dura. El perfil era prácticamente de toboganes, no tan exigentes al menos comparados con los de la primera jornada. Salimos con el grupo hacia la aventura e intentamos disfrutar de la zona y como no de la cordillera nepalí.A lo largo del recorrido pudimos ver yaks y caballos salvajes, todo dentro del parque nacional de Sandakpu, fuera de la civilización. Respecto a la vista en todo el camino teníamos presentes las cuatro majestuosas cimas, que nos acompañarían durante toda la jornada. La climatología espectacular, un sol radiante que permitía que disfrutáramos cada momento con sensaciones muy diferentes a las de la jornada anterior.
Por lo que respecta a la carrera y clasificación, no nos fue del todo mal: recuperados, llegamos a terminar en un meritorio sexto y séptimo puesto, que nos permitían colocarnos dentro del Top Ten. Con las buenas sensaciones descansamos relajadamente en el Resort, pensando en la jornada del día siguiente: la maratón “Mount Everest Challenge Marathon”.
03/11/2015
Martes. Nerviosos por empezar frente a la etapa más importante de los cinco días (no por dureza pero si por distancia). Ya empezamos a descender a altitudes menos acusadas para nuestro cuerpo y en la vegetación empezaba predominar el intenso verde de vegetación tropical. Mientras tanto y hasta poder divisar esta fiesta de colorido, la prueba nos guardaba un par de repechos a 3500 m, que culminaban con la dureza en altura. Proseguimos el camino por cómodos senderos, hasta una enorme bajada durante 11 kms, zigzagueando por senderos técnicos, sumando la dificultad del terreno resbaladizo debido a las lluvias de la noche anterior. Como no, la organización procuró que el descenso fuera más cómodo, la plenitud del terreno se fue perdiendo y pasando a escaleras naturales formadas con el paso de los años, pero con la dificultad de trozos de troncos de apenas un metro que tenían la misión de impedir que la tierra se desplazara, ya que es una zona de intensas lluvias. Entre Lara y yo existía una ligera separación, fruto de la rapidez de la bajada. La visibilidad entre nosotros era nula. Después de haber hecho más del cincuenta por ciento de la bajada, yo iba concentrado y cuidando donde iba posicionando el pie, para evitar caídas. Oí un grito de auxilio en la lejanía que procedía de Lara.Como si me hubieran puesto un resorte, me giré rápidamente para ayudar a mi compañera. Ascendiendo a una velocidad veloz, localicé a Lara semisentada con el rostro con síntomas de un dolor fuerte, y una rodilla ensangrentada fruto de la caída que se había producido minutos antes. Por suerte todo quedó en un susto: simples arañazos y algunas magulladuras. Le ofrecí agua y limpiamos la herida. Proseguimos. Realmente con una fuerza sobrenatural se recuperó como si nada ¡Qué máquina de chica! Continuamos el descenso, pero con precaución.
En el trayecto de descenso la pareja americana nos pasó, pero no antes sin interesarse por la salud de Lara, y como todo estaba controlado, prosiguieron la carrera, porque al fin y al cabo es una competición y todos tenemos nuestro lado competitivo. Ya divisábamos el pueblo y oíamos el ruido del agua a su paso por el cauce que bañaba el poblado. Una vez que perdimos de vista los senderos técnicos, pasamos a estrechos caminos que se intercalaban con trozos cementados y de tierra de un fuerte rojo, propio de terreno arcilloso. Mientras corríamos a nuestro paso, a ambos lados del camino, dejábamos las casas, mejor dicho, las pequeñas chabolas que servían de vivienda. En Occidente las consideraríamos cobertizos o almacenes donde dejamos los trastos viejos. A los aldeanos se le veía felices y en algunos, los más tímidos, se apreciaba un rostro de sorpresa por nuestra presencia. En todo momento daban palabras de ánimo.
La vegetación cada vez era más abundante, con intenso colorido por las plantas y flores exuberantes de la zona, fruto de la baja altitud, 1940 m. Casi dos mil metros de un plumazo, como si nada. Una vez hubimos descendido al nivel del río, las fuerzas se iban difuminando debido a los días de falta de alimentación. Estábamos padeciendo los síntomas de una mala nutrición. Nuestro cuerpo nos pedía energía, pero nuestras reservas estaban bajas. La falta de proteína debido a la no ingesta de alimento proteínico, el chile y el picante nos mató. Las baterías marcaban reserva, y cada metro nos costaba como si fueran kilómetros. En ese momento vimos peligrar nuestra participación. Los corredores nos iban rebasando y cada uno que nos pasaba era como una losa en la espalda. Fue realmente un tormento, pero en esos momentos de debilidad es cuando hay que sacar las fuerzas de lo más profundo de tu ser, y ser positivo, armarse de valor y adelante. Y así lo hicimos. Nuestra mente y espíritu no son de rendirse, y sabíamos en nuestro interior que ese no era el día ni el momento para abandonar. Y por fin empezábamos a divisar civilización, estábamos llegando a RIMBIK, punto de llegada y final de jornada. La gente animando, los niños sonrientes y acompañándonos corriendo los últimos metros. Por fin divisamos la cinta y el arco de llegada. Sacamos las últimas fuerzas, y pasamos la línea de llegada. POR FIN. Superábamos la tercera prueba, y eso suponía que lo más duro estaba hecho, y que la posibilidad de realizar y terminar nuestro reto era factible. ¡Qué subido!
Después de terminar fuimos a recuperar las fuerzas e ingerir algo de alimento, en nuestro caso, unas tortas y sabroso caldo caliente. No como el de la mamá, pero sabía a gloria. Con que poco nos conformamos. Una vez recuperadas las fuerzas la organización nos guardaba una sorpresa: las mochilas con nuestra ropa de primera necesidad y los enseres de ducha no los teníamos, con lo cual no tuvimos más remedio que esperar. El frío no era muy intenso, pero estábamos con el sudor y las prendas húmedas. El resto de corredores, que si habían recibido ya sus prendas de primera necesidad, se apiadaron de nosotros y nos dejaron prendas para que no nos enfriáramos. Realmente el compañerismo fue en todo momento ejemplar sin excepciones.
A Lara le dejaron ropa masculina y se la puso. Yo finalmente no la necesite porque justamente cuando la iba a utilizarla llegaron las maletas. ¡Por fin! Al menos en esta ocasión no tuvimos que utilizar el barreño y cazo. Después de una relajante ducha, cenamos, y estuvimos de tertulia. El grupo se refería a nosotros como el “Energy team”. Después de que la gente se retirara a sus habitaciones, nosotros nos quedamos hablando con los responsables del hotel resort, sobre diversidad de temas. Es sorprendente que aún estando en la otra parte del globo, están muy informados de lo que pasa en el viejo continente, sobre todo lo que concierne a lo deportivo. El Barça triunfa en seguidores y afición.
Después de hablar varias horas, nos dejaron utilizar su línea privada de Internet, y pudimos comunicarnos con nuestros familiares y amigos, tras varios días de incomunicación, para decirles que lo difícil estaba hecho y que estábamos bien. Después nos dirigimos a nuestras habitaciones, y a dormir, para estar frescos a la jornada siguiente.
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