01/11/2015
Domingo y primer día de prueba. Nos levantamos a las 5:30 de la mañana. El sol ya había hecho su aparición. La temperatura era agradable y apropiada para la realización de actividad deportiva, ya que nos permitió no ir del todo abrigados, con lo cual íbamos más cómodos.Al situarnos en el punto de salida, el pueblo estaba volcado con la prueba como si de una celebración se tratase. Los niños agitando de un lado para otro coloridos pañuelos y animando a todos los corredores, los cuales (incluyéndonos nosotros) estaban nerviosos e impacientes por salir, y empezar así el primer día de aventura Nepalí, rodeados de gente por ambos lados y manifestando su entusiasmo y dando ánimos y suerte para esta primera y dura jornada que nos llevaría desde Maneybhanyjang a 2.200 metros, punto de partida, hasta Sandakphu, a 3610 m.
Iniciamos la salida a las 8:45am, todos en grupo y reservando las fuerzas para tramos más exigentes. Desde el primer momento los australianos decidieron tomar ventaja y cortar la carrera. Nosotros dos, un poco conservadores, manteníamos el ritmo y la distancia a unos cuantos cientos de metros. Sabíamos que ellos no eran la referencia fuerte, y con ritmo alegre fueron distanciándose del grupo. Nosotros nos manteníamos firmes a un ritmo cómodo.
El terreno desde el inicio no fue excesivamente exigente: Se intercalaban las rampas no muy fuertes con bajadas relativamente suaves, y todo decorado con la vegetación Nepalí, de un intenso verde que se iría disipando con el paso de kilómetros y la altura, para ir perdiendo todo colorido y pasando a tonos más suaves, debido a la climatología de las altas cumbres. Mientras íbamos dejando atrás bonitas construcciones de pagodas de un blanco reluciente, como si las hubieran recién pintado para la ocasión. Caminos decorados con cientos de banderas de fuerte colorido nos acompañaban durante los primeros kilómetros de la carrera. Como anécdota, la mayoría de puntos de control estaban supervisados y controlados por el ejército, y a nuestro paso nos manifestaban palabras de apoyo, supongo yo pensando interiormente “menudo camino le queda a estos pobres”…
En los puntos de avituallamiento disponíamos de agua, y como alimento sólido patata cocida y banana, además de polvos de glucosa para que pudiéramos mezclarlos con el agua. Los kilómetros iban pasando y la inclinación y el desnivel de la carrera aumentaba. Las piernas ya se empezaban a notar cansadas, fruto del exigente recorrido.
Las horas pasaban. En los corredores distanciados en grupos se iba adivinando los que finalmente optarían por la victoria final. En cabeza los australianos se mantenían distanciados junto al benjamín canadiense que iba emparejado detrás el grupo de cabeza. Les seguían una corredora canadiense, y un escocés y dos alemanas veteranas. ¡Qué máquinas! Subían como si nada la altitud, y la climatología parecía no afectarles. Imposible de conectar con ellas, demasiado fuertes, al menos en esta primera jornada. Aproximándonos al punto de llegada, tan sólo a unos cuantos kilómetros, la lluvia y la nieve hicieron su aparición. Qué putada. Pero firmes y con una mentalidad fuerte llegamos al punto final rodeados de una intensa niebla que no nos permitía ver lo que teníamos alrededor.
Por fin cruzamos la línea de meta, muy cansados, mella de la altitud de 3650 metros y del cansancio después de realizar 39Km. Al llegar nos felicitaron por haber superado esta primera etapa, y firmamos la hoja de llegada y fin del primer día de carrera. Una vez terminamos nos refugiamos en el parador … perdón … en el “barracón” en el que pernoctaríamos durante dos días y disfrutaríamos de la hospitalidad nepalí, como no de nuevo con la excelente comida de rancho militar y fuertemente condimentada, no apta para estómagos delicados por el excesivo picante. Pero pudimos comer algo de arroz y pollo, eso si, intentado quitar el exceso de picante (y en cierta manera lo conseguimos).
Después de esa especial comida-cena, lo duro estaba por llegar: la ducha (palabra desconocida dentro del vocabulario nepalí) no existía: sólo un pequeño habitáculo de apenas dos metros cuadrados con un barreño y un cazo para que te echaras el agua por encima.
No salíamos de nuestro asombro, pero era lo que había si te querías dar una ducha. Eso si, el agua estaba caliente, y no por proceso de caldera o calentador de agua, si no por fuego: los pobres aldeanos nos la calentaban y la traían cada vez que se les pedía. El pobre hombre encargado creo yo que hizo más kilómetros que nosotros trayendo barreños de agua uno tras otro, hasta que se duchó el último corredor. Pero no protestaban: siempre estaban con una sonrisa. Excelentes personas.
Después de la ducha tuvimos un tiempo de tertulia entre los participantes, y nos fuimos a la cama. Bueno, camastro, que aunque era incómodo, del cansancio que arrastrábamos no impidió que conciliaríamos el sueño, y dormimos placidamente pensado en el siguiente día y lo que nos podía acontecer.
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